Mauricio Silva Iribarnegaray fue sacerdote salesiano oriundo del Uruguay, muy joven junto a su hermano Jesús, ingresan en la comunidad salesiana. Estudió teología en la provincia de Córdoba. Sus primeros pasos los dio en el sur de la Argentina, la Patagonia más precisamente en el Puerto San Julián. Su trabajo eclesial lo llevó adelante en la Argentina a partir de 1970, a sus 45 años. Su tarea siempre estuvo al lado de los más humildes. La Dictadura cívico-militar de 1976, fue la encargada de su secuestro y desaparición la mañana del 14 de Junio de 1977. Continúa desaparecido.
“Yo sé que Tú estás
cuando amar es un surco humilde y oscuro,
que reclama al grano para ser fecundo
y morir en soledad”
(Mauricio Silva)
Por Federico Paterno
En su llegada a la Argentina se radicó en la provincia del Chaco, en la fraternidad del evangelio ubicada en Fortín Olmos. Posteriormente se traslada a Rosario y comienza una tarea de trabajo junto a los “Cirujas” de la zona, viviendo en un conventillo, en los basurales de esta ciudad santafecina. Allí se dedicó a juntar cartón, latas y todo aquello que sea redituable a la venta.
En 1973 trabaja de barrendero municipal. Su actividad gremial y política, ya para ese entonces, había crecido y participaba dentro de la Juventud Trabajadora peronista (JTP). De ahí que se entiende su aparición en una lista sindical en el año 1972, apoyada por la JTP. Su militancia no estuvo dentro de los sacerdotes del tercer mundo, su opción por los pobres fue clara a la hora de ubicarse en los barrios junto a los más necesitados.
Dentro de su labor pastoral, Silva supo abrazar la amistad con el ya fallecido obispo de Neuquén, Jaime de Nevares. Como así también, tener la oportunidad de trabajar junto a Monseñor Angelelli, en la provincia de La Rioja. Angelelli fue asesinado por la última dictadura.
En la primer parte de la dictadura cívico-militar, Silva se va de la Argentina y regresa en 1977 decidido a continuar con su tarea con los pobres. Pese a los consejos de no regresar al país, de parte de su entorno y del consejo del premio nobel de la paz, Adolfo Pérez Esquivel, por el peligro que ya corría su vida, ante el accionar concreto de triple A. Dos de sus compañeros de militancia gremial ya estaban desparecidos.
“Un cura armado de escoba y pala no es peligroso”, así se definió Silva.
Alrededor de las 8 y 30 de la mañana, en la Esquina de Terrero y Margariño Cervantes, el 14 de Junio de 1977, se vio por última vez a Mauricio Silva. Allí estaba él, trabajando como barrendero del barrio. Continúa desaparecido.
En su mismo año de desaparición forzada se halló un escrito del cura que expresaba lo siguiente “Un buen día, con toda mi carga de esperanza, me sorprendí mirando a un barrendero… un hombre pequeño y sucio limpiando una calle… allí estaba mi lugar”. Se titulaba “Así nació nuestra fraternidad”.

El día posterior al secuestro del cura, integrantes de las fuerzas armadas, se hicieron presentes en el barrio donde trabajaba Silva. Uno de ellos se identificó como juez militar que llevaba adelante el caso. Su objetivo fue obtener más información sobre el sacerdote que ya tenían secuestrado. Un día después se presentó un habeas corpus por Silva, no tuvo ningún saldo positivo.
Dentro de la Municipalidad de Buenos Aires se encontraban su ficha de trabajador y su Documento Nacional de Identidad. Ambas elementos desaparecieron a los pocos días de su secuestro. Ante la inquietud desesperada, de quienes lo buscaban intensamente al cura barrendero, la respuesta de las fuerzas militares era siempre la misma “Esa persona no existe”.
Algunos testimonios aseguran que Silva habría estado en el centro clandestino de detención “El Atlético”, y su posterior traslado a “Campo de Mayo”. El Arzobispo de La Plata, Monseñor Pichi, en su momento dio la información que Silva estaba en Campo de Mayo y que tenía las secuelas de la tortura. Al mes de esta información, el Monseñor hizo referencia que no tenía más información del paradero del cura. Es para destacar, la complicidad y el consentimiento de la jerarquía de la Iglesia Católica en convivencia con las Fuerzas Armadas.
Un paso adelante logró darse en 2007 con la congregación católica de los hermanos del evangelio, con el sacerdote José Luis Muñoz Quiroz, como máximo referente. Fue él quien se presentó como querellante para pedir la investigación de la desaparición de Mauricio Silva Iribarnegaray. La presentación se llevó a cabo con la presencia del sacerdote Patricio Rice, reconocido por su labor por los derechos humanos.
Múgica, Angelelli, los curas palotinos, Ponce de león y Mauricio Silva Iribarnegaray, entre otros; integraron la lista de curas de opción por los pobres y tercer mundistas, torturados y desaparecidos por la última dictadura cívico-militar. Forjaron la tarea de compromiso por los más humildes. Les costó la vida. El ejercicio de la memoria los mantiene vivos.