Por Juan Alberto Pérez
Ramiro Cayola Camacho tenía 20 años, de nacionalidad boliviana y se ganaba la vida desempeñándose como delivery para la empresa Rappi. El viernes 12 de abril circulaba con su bicicleta por la Avenida Madero en dirección al sur de la Ciudad de Buenos Aires y antes de llegar a la Avenida Córdoba un camión lo arrolló y perdió la vida en el acto. Este hecho que puede describirse como un accidente de tránsito tiene un trasfondo que deja pensar que no es una muerte casual sino que es el resultado de un contexto laboral cada vez más estrecho y precarizado.
Las aplicaciones de delivery han llegado para quedarse en todo el mundo. En Argentina no es la excepción. Desde comidas a domicilio, productos de farmacias, de kioscos y autos para transportarse en la ciudad, esta irrupción tecnológica ha generado que a un solo clic en el teléfono uno pueda acceder a todo tipo de servicios sin moverse de su casa. Son un boom mundial muy bien recibido en el país. Sobre todo por la gran cantidad de personas que se inscribieron para formar parte de estos servicios y así ganarse el pan de cada día en un contexto de crisis del mundo laboral en Argentina, con el 9% de la sociedad desocupada y el 24% sub ocupados.
A contra pelo del estallido de estas nuevas formas de relacionarse con el comercio, salió a la luz un universo laboral de informalidad que trae consigo estas novedosas modalidades de trabajo. Decimos nuevas, pero no son tan nuevas, los deliveries ya existían y los transportes públicos informales también, la novedad es la entrada de grandes empresas de magnitudes mundiales a este juego negro, tal es el caso de Uber, Glovo, Pedidos Ya, Rappi, etc.
Se trata de una fría relación laboral con un buen marketing de fondo que promete una panacea laboral con “buenos ingresos” y “flexibilidad horaria” y con escasos requisitos, tan sólo una moto o bicicleta y un celular para bajar la aplicación bastan para la entrega de comida, algo similar ocurre con Uber, con pagos por cantidad de viajes y, en algunos, casos con plus por kilómetros recorridos. Por contraprestación, no se entregan seguros médicos, aptos físicos y los elementos de seguridad mínimos para el desempeño de sus actividades.
Por este motivo los trabajadores se organizaron y crearon Sindical App, un sindicato para defender sus derechos y desde dónde impulsan una serie de medidas para lograr que las empresas se pongan en línea con los elementos necesarios para poder desempeñar con seguridad. Hecho por lo que algunas empresas, como Rappi, despidieron el año pasado a los trabajadores sindicalizados.
El miércoles 10 de abril, dos días antes de la muerte de Ramiro Cayola Camacho, el juzgado N°2 en lo Contencioso Administrativo y Tributario, a cargo de Andrés Gallardo, ordenó al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que se prohíba el funcionamiento de estas empresas de delivery hasta que no cumplan con el código de tránsito que establece que “todos circulen utilizando cascos”, que la caja porta objetos “esté anclada a la moto o bicicleta y no en la espalda”, que “posean seguro de vida y accidentes”, “iluminación y señalización mínima” y “libretas sanitarias”. El gobierno encabezado por Horacio Rodriguez Larreta desoyó a la justicia y se negó a la prohibición. Por el contrario, la Secretaría de Transporte anunció la apelación al fallo y acusó al juez de “abuso de autoridad, parcialidad y prejuzgamiento”, y por consiguiente la actividad continuó desarrollándose.
El miércoles, Ramiro se dirigía a realizar la entrega de un pedido cuando la reducción de la Avenida Madero por las obras del Paseo del Bajo lo hicieron acercarse demasiado a un camión que circulaba por la arteria que une de norte a sur la ciudad; el mismo que lo arrastró, arroyo su cuerpo y le quitó la vida. Una vida que debió continuar si se hubiese tomado la determinación de suspender la actividad hasta que las empresas no cumplan con lo requerido. Unas empresas con una frialdad inusitada. Mientras el cuerpo de Ramiro yacía en el suelo y se realizaban las primeras pericias, su celular sonaba insistentemente con pedidos de repartos.
“Veníamos advirtiendo sobre esta tragedia anunciada. Las plataformas no se hacen cargo de la protección de sus trabajadores, que arriesgan su vida para ganarse un ingreso” comunicaron desde el sindicato App.
Ramiro, de 20 años, era estudiante de periodismo deportivo. Ante el reclamo de una compañera por “¿Quién se hace cargo de la muerte de Ramiro?” Desde Rappi la indiferente respuesta: “Gracias por contactar al equipo de Rappi. Gracias por comunicarnos esta trsite noticia que será una gran pérdida para su familia, reciban de nuestra parte nuestras muestras de condolencias por la irreparable pérdida de nuestro Rappi en cumplimiento de la labor. Saludos”.
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