EL MUNDO DEL CHACHO,SU TIERRA, SU GENTE Y SUS RESISTENCIAS

Por Ivan Fierro

El lugar y la fecha del nacimiento del Chacho no pueden precisarse ya que no existe documentaciòn cierta que acredite tal suceso. Las versiones que llegan hasta nuestros dìas hablan de Huaja o Malanzàn, de 1796 o 1798, de la quema de la iglesia donde fue anotado. Lo que puede decirse es que seguramente vino a la vida en un caserìo al naciente de las Sierras de los Llanos, ubicadas en el sudeste de la actual provincia de La Rioja, hacia finales del S. XVIII.

«La sociedad colonizada no sólo se define como una sociedad sin valores. No le basta al colono afirmar

  que los valores han abandonado o, mejor aún, no han habitado jamás

  el mundo colonizado. El indígena es declarado impermeable a la

  ética; ausencia de valores, pero también negación de valores. En este sentido, es el mal absoluto.»

Frantz Fanon. «Los condenados de la tierra»

Dicho territorio se caracteriza por su clima semiárido benigno y sus corrientes de agua semiestacionales que permiten la existencia de diversas especies vegetales y animales como, por ejemplo, la Brea, la Tusca, el Quebracho blanco, la Jarilla, la Pichanilla, el Piquillìn, el Algarrobillo, el Chañar, el Retamo, el Alpataco, el Tintinaco, el Tala, el Algarrobo negro, el Algarrobo blanco y el molle, quienes albergan y/o sustentan a poblaciones de guanacos, conejos de los palos, vizcachas, pumas, zorros colorados, gatos monteces, còndores y yararàs ñatas, entre otras.

En tiempos precolombinos la región fue habitada, también, por personas pertenecientes a la comunidad Olongasta, sociedad incluida por algunes antropologues entre las parcialidades de la etnia Pazioca (llamadas Diaguitas por los Incas), pero emparentadas fisiotípicamente con Pampas y Huarpes e influenciada, tardíamente, por la cultura Incaica.

Esta sociedad se extendió por los actuales territorios del Sur de La Rioja, Noroeste de Córdoba, Norte de San Luìs, Sudeste de San Juán y Sudoeste de Santiago del Estero, en torno al desierto de las Salinas Grandes.

Otros grupos pobladores de la región fueron les Tonocotes, Salavirones, Comechingones, Huarpes y Capayanes, entre quienes se deduce que, antes de la llegada de la invasión europea, existiría un relativo intercambio cultural, condicionado por la topografìa y los medios de traslado.

En tanto cazadores-recolectores, les Olongasta aprovecharon la fauna y la flora del lugar para satisfacer algunas de sus necesidades, ya que, según se dice, se proveían de fruto de algarrobo y carne de guanaco, y complementaban su economía con la agricultura de papa, maíz y zapallo y la ganadería de llamas.

Se sabe que alcanzaron a desarrollar herramientas e instrumentos de caza hechos en piedra, como lo demuestran los hallazgos de morteros de moler, puntas de flecha y boleadoras con zurco ecuatorial.

Sus viviendas estaban construidas de manera semisubterranea y con materiales como el adobe, la piedra y las ramas de sacate y provistas de utensillos de cerámica y piezas de alfarerìa utilitaria y ornamental, asì como de tejidos en telar asimilados de otras culturas.

Sobre su organización política, entramado social y religión poco se sabe, pero es presumible que hayan practicado el apoyo mutuo, la división del trabajo y la institución de referentes, erigides como tales por sus aptitudes personales y/o sucesión hereditaria, en relaciòn con la defensa, la espiritualidad y la sanidad, y creyeran en los poderes del sol y de la tierra.

Se cree que hablaban una variante del Kakán, lengua que compartían con otras parcialidades de les llamades Diaguitas.

Hacia el año 1480 (e.c) dicha sociedad se vio afectada por el avance de la civilización incaica en el incanato de Tupac Yupanqui, quien la incorporó formalmente al Collasuyo, por lo que cabe suponer que desde esa época daten las influencias culturales asimiladas, no sin ciertas resistencias, por las diferentes parcialidades Paziocas.

Generalizada la invasión y perpetrado el golpe de estado que los españoles llevaron contra el corazón del Tahuantisuyo en 1532, las noticias del trato que estos dispensaban a les pobladores originaries corrieron de boca en boca por el sur del continente alertando a todas las poblaciones, por lo que el recibimiento a los invasores por parte de la gran mayoría de les naturales  fué hostil, como lo demuestran los relatos de las expediciones de Diego de Almagro, Diego de Rojas y otros que realizaron incursiones en busca de la «Ciudad de los Césares».

El primer encuentro documentado entre Olongangastas y europeos está fechado en 1591, cuando, en el desarrollo de su estrategia de cerco y aniquilamiento de la población Pazioca, los españoles se empeñaban en fundar ciudades en torno a los territorios en que aquelles tenían sus asentamientos más importantes.

En dicho año y en el contexto de las primeras Guerras Calchaquíes (asì denominadas en reconocimiento al referente más destacado en la defensa contra la invasiòn, el legendario guerrero Calchaquì), el mercrenario Juan Ramìrez de Velazco en su búsqueda fallida del cerro de Famatina, a la sazón autoridad máxima de la Gobernaciòn del Tucumàn con sede en Santiago del Estero, tras fundar la ciudad de La Rioja mandò incursionar sobre territorio Olongasta aTristàn de Tejeda, quien sometió a les pobladores más dóciles y cautivò para explotar en el destierro a los grupos más combativos, los cuales fueron trasladados por la fuerza hacia asentamientos coloniales enclavados en Catamarca, Córdoba y Tucumàn.

Durante las segundas Guerras Calchaquìes (1630-1643), suceso conocido como el Gran Alzamiento dirigido originalmente por el bravo Chalimìn contra el flamante gobernador de Tucumán Felipe de Albornoz, les Olongasta resistieron los embates de las tropas al mando de Gregorio Luna y de un contingente enviado por el gobernador de Chile Francisco Laso de la Vega, sufriendo gran cantidad de bajas y numerosos raptos de mujeres y niñes en los poblados de Atiles y Guandacol, además de verse forzades a un éxodo hacia el norte del territorio.

En todo este periodo el suelo riojano fue privilegiado testigo impertèrrito de la crueldad europea y de las represalias  llevadas a cabo por la resistencia originaria, ya que en la tierra del Chacho fueron asesinados y descuartizados los lìderes insurgentes Chalimìn (cuya cabeza fue expuesta en una pica, tal como harìa el ejército de Mitre con la de Peñaloza 226 años más tarde) y Coronilla (despedazado por cuatro caballos al igual que Tupac Amaru II)  a manos de los españoles, y estos a su vez perdieron, al menos, a dos ministros de la «santa sede»  (el uno lanceado, el otro descuartizado) a manos de les Olongagasta, al tiempo que el reducto español de La Rioja fue asediado sucesivas veces por guerreres Pazioca y otros grupos étnicos aliados.

Sofocado el Gran Alzamiento hacia 1643, poco tiempo duró la «paz de los cementerios» impuesta por los emisarios de la religión  católica, quienes con la cruz y la espada imponían por la violencia la creencia en un dios de amor y paz.

Un tercer levantamiento popular, contra el avance de los atropellos cometidos por los encomenderos españoles (que en su afán de usurpación llevaron la cacerìa humana al sur de los Valles Calchaquies), fue el encabezado fugazmente por el aventurero aragonez Pedro Chamijo, quien bajo el apelativo de Pedro Bohorquez y haciendose pasar por descendiente de la dinastìa incaica, capitalizó brevemente las energías rebeldes de las poblaciones y, para el año 1659, sublevó a toda la región en contra de los invasores, quienes se vieron hostigados en sus mismos bastiones por un pueblo multiétnico en armas.

Desde esa época, la joven ciudad de La Rioja, al igual que otras ciudades españolas fundadas en tierras Nuestramericanas, se convertirìa en virtual campo de concentración para la explotación del trabajo esclavo de les vencides, ya que para evitar futuras revueltas, los vencedores optaron por una táctica de desnaturalizaciòn de parcialidades trasladadas por la fuerza a las incipientes haciendas blancas.

Paradigma de estas desnaturalizaciones es el extrañamiento del pueblo Quilmes, obligado a caminar más de 1200 kilómetros desde Tucumán hasta las màrgenes del Rìo de la Plata, como escarmiento a la osadía de defender su tierra.

Vencidas las últimas resistencias Calchaquíes, los europeos se encargaron de estructurar  el sistema  de encomiendas por el cual, además de usufructuar la mano de obra de los pueblos vencidos y desarraigados, se comenzaba a consolidar la hegemonía española y se fortalecía un proceso de mestizaje que incidiría fuertemente en la indiosincracia de las sociedades que se vieron nutridas con los contingentes humanos trasplantados.

Un elemento que no puede soslayarse en este proceso de configuración identitaría de la sociedad, Nuestraamericana en general y Llanista en particular, es la labor psicológica llevada a cabo por los sacerdotes católicos que recorrieron la región asumiendo el papel de «policía bueno», los cuales  mediante la persuación por el miedo coadyuvaron a la obra de introyección de un sistema de valores y creencias incongruente que, a la vez que predicaba la exaltación de las virtudes teologales, buscaba la sumisión de sus feligreses mediante la flagelación del cuerpo y el alma para entronizar la propiedad privada. Francisco Solano, quien anduvo por La Rioja Hacia finales del S. XVI y otros aportaron a esto con mayor o menor fortuna.

Otro factor que incidirá fuertemente en el proceso de consolidación de la hegemonìa europea en todo el continente es la creación, imposición y conservación de un cuerpo teórico Filosófico-Jurídico que la corona española, en connivencia con las autoridades de la religión católica,  ampliò y modificó según conviniera a cada etapa de la conquista. Alli están las capitulaciones de los «adelantados», las bulas papales, las reales cédulas, las ordenanzas, la legislación de indias, las actas de fundación de ciudades, etcétera, etcétera, etcétera, fungiendo de andamiaje ideológico para que esa «civilización» se imponga sobre una «barbarie» de la que, para los conquistadores y para muchos de sus descendientes, era necesario no dejar vestigio y por lo tanto era preciso borrar de la memoria tanto su presente como su pasado. Esto explica en parte el hecho de que solo se hayan conservado un puñado de historias sobre aquelles hombres y mujeres que resistieron al despojo y pagaron con anónimo sacrificio el precio de la dignidad que les incrusta en la consciencia de sus pueblos.

Con todo, La Rioja fue un hueso duro de roer para la monarquìa española durante todo el periodo colonial, ya que si bien el desarraigo y la sumisión del pueblo Olongasta brindò a los invasores un periodo de cierta calma, hacia la época de la creación del virreinato del Rìo de La Plata (1776) una migración de criolles, esclaves afrodescendientes libertes y mestizes, dotó a las clases desfavorecidas de la provincia de nuevos brìos resistentes, como lo demuestra la sublevación de las milicias populares que, en ocación de la rebelión de Tupac Amaru y Micaela Bastidas, se negaron a formar parte de la represión y se amotinaron, dándose a la deserción y a la expropiación.

A esta altura de los acontecimientos y como efecto colateral de la «melange» de culturas derivada del proceso de conquista,  se había consolidado en torno de las poblaciones fundadas por españoles una particular identidad social que sintetizaba las pasiones en pugna y se nutría de saberes y experiencias propias, en el intercambio con un ambiente virgen y exhuberante. Esta identidad social, inspirada en un anarquismo «sui géneris», tomará alma, cuerpo y fundamentos en la desaparecida estirpe Gaucha, de la cual nuestro personaje será uno de sus más preclaros referentes.

Mientras esto sucedìa en nuestro continente, del otro lado del Atlántico la puja por el reparto del mundo para extraer riquezas de cuerpos y territorios llevó a que España y Francia se aliaran para enfrentar a una Inglaterra científica, industrial, y comercialmente  pujante y voraz, la cual aprovechaba su superioridad naviera para contrabandear materias primas y productos industriales o manufacturados con les pobladores de las colonias regenteadas oficialmente por sus competidoras, quebrando de hecho el monopolio que las primeras intentaban, con suerte regular, mantener  sobre el tránsito y el comercio de mercancìas.

Firmado el tratado de «San Ildefonso» (1796), por el cual la España monárquica de Carlos IV y la Francia «revolucionaria» directorial de Barras y Carnot se comprometían en una alianza militar ofensivo-defensiva contra la Inglaterra de Jorge III en lo que se conoce como la guerra anglo-española y en la cual intervinieron, como figuras de los ejércitos beligerantes,  el futuro emperador Napoleón Bonaparte, el futuro virrey Santiago de Liniers y el futuro mutilado Horatius Nelson, en los Llanos de La Rioja nacìa un niño que llegarìa a ser el general mas gaucho de la Confederación Argentina, el «padrecito de los pobres»: Ángel Vicente «Chacho» Peñaloza.

 

Deja un comentario

Descubre más desde comunicación popular

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo