Por Federico Firpo
No había ningún misterio, solo era Justicia. En aquel sueño, la realidad de lo imposible dejaba atrás toda especulación jerárquica. Aquellas personas desfiltraron las miradas, escupiendo en sus palabras, el escape del miedo a un nuevo dolor.
Como viajando por el tiempo, descubriendo esos turbios mares de los que todos algo ya sabemos, se hacía sentir por vez primera la suciedad y el enchastre de quienes dueños de todo Poder se habían creído. Y así fue qué, algunas cosas no escatimaron en ser expuestas ante una nueva Ley (de leyes contra los siempre “Buenos Legalizadores” en su propia ley), imponiendo un mundo en el cual algunos imposibles imponderables del glamour y las comunicaciones pasaban a ser, como nunca, sometidos a la no más cruel verdad de la realidad.
A los políticos, la obligación (papel y tinta mediante) de esclarecer, de antemano, todas y cada una de las mentiras de “la campaña”, en el peor de los casos, servirse de aclarar el alcance de los daños que a sus dirigidos habrán de ocasionar. Para impartidores de Justicia y Fuerzas del Orden, las más duras de las penas, las peores de sus pesadillas por sobre sus cabezas habrán de rodar en el caso de afanarse contra su razón de ser.
No existía, siquiera en las mentes de las personas, ni la remota posibilidad de imaginar, por ejemplo; un polizón sembrando evidencia para encausar a quien solo por ahí caminaba. Mucho menos un abogado defensor de intereses para un sistema encriptado en perpetuar la creencia que supone a los menos afortunados al mismo tiempo los peores. Y la limpieza empezaba por el mensaje, que a estas alturas se sabía obligado a las penurias y simplezas de redactar un mundo que se ha decidido a ser tal como es, no como debiera…
Las imágenes no necesitaron censurar el amor de los cuerpos y en la muerte no se disfrutó ya el dolor, sino más bien la vida. Los informadores no encontraron mayor y mejor pena que ser felices por transmitir en otros y de otros la pasión. El hambre no era posible, solo por error, pero es claro que nadie se equivocaría de no saberse hambriento. La pobreza… ¿cuál hubiera sido ella sí, al Noble de la ambición Excéntrico-Individual le hubiera esfumado momentáneamente un libre deseo, volviéndole a traer, presa ahora de una nueva normativa, para de las “Riquezas entre muchos Compartidas” no poder escapar?
Fue solo un sueño, pero que poco soy…
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