NUESTRO ESCLAVO JUEGA AL AMO

Por Federico Firpo

Cuando el hombre pone el porte sobre la pantalla, hasta el más temerario de los periodistas se afloja un poco. ¿Por qué será entonces que incluso el más crítico de los comunicadores baja la guardia en presencia del dueño patrón?

 En la misma provincia en la que a principios de este envirusado 2020 nos topábamos con mega-causas malversadoras de fondos nacionales, en lo que a las claras envuelve a una multinacional, más precisamente Vicentin, o bien, Valentín (marca de vino, válgale la confusión) según la defensa expuesta por la ex Ministra de Seguridad, mediando entre maniobras que comprometen al Patrimonio Nacional, tocó amanecernos nuevamente con casa matriz en suelo entrerriano, pero esta vez advirtiendo la llegada de otro abrazo conservadurista, en este caso, del señor Miguel Ángel Pichetto, apoyando fervientemente a los hermanos Etchevehere, como quien busca la aprobación de un futuro patrocinador. Ambas defensas, tanto la de Bullrich a la empresa cerealera, como la de Pichetto a los Hacendados, proponiendo entender a Grandes concentradores de riquezas sencillamente transformados, para la causa que los trae, en pobres víctimas de un sistema que los tiene contra la pared. Y la propiedad privada, pretexto fundacional de todo lo que por bueno pudiera ocultar los atropellos a partir de los cuales dichas privatizaciones (se supone) han sido conseguidas. Evidencia de los daños históricos buscando, por fuertes, frenar el avance de la más mínima iniciativa reparadora que a los pueblos de estas tierras quieran resignificar.

Y así es que quieren llevar todo a la Justicia, porque saben que injustamente ahí ganan siempre, por no decir se readueñan. Eso sí, cuando esa misma Justicia no responde acorde a su imagen y semejanza, entonces nada vale y si no es por la Justicia, por la fuerza será. Legado eterno de los mismos que nos invitan a creer y confiar en la República. Esos qué, cuando no la quieren, sencillamente no la reconocen y a diferencia del resto, nada les pasa cuando ante ello interceden. Los mismos que a los gritos le dan órdenes a los policías cuando son ellos los que están siendo juzgados. Imagínese por un instante lo que a usted amigo le pasaría si osara levantarle la vos acusando a un efectivo de la ley. Sin embargo, son estos de ayer y hoy, hermanos del atropello incesante, duros de un universo ilegítimo, por no decir ilegal, patoteros que nos hablan, paradójicamente, de civilización y barbarie.

Dueños del apriete extorsivo nacional, que se presentan a sí mismos como “los civilizados”. Esos que nada saben de acatar un orden, pero sí, montando a pelo de pura sangre, caprichosos y sin  cuotas humanamente, esclavizando no importa los tiempos, pasados, presentes y venideros momentos, da igual. Los que se autoproclaman como quienes “hacen las cosas bien”, porque fueron siempre, en realidad, los que mandaron, siendo esa la costumbre que justifica la “naturaleza” de sus actos. Disponedores de patotas alcahuetas, porque de eso también se trata, de manejar el tractorazo de la rosca caudillesca patronal. O esto es todo nuestro o nada de nadie será, dirán los esclavizadores, devenidos ahora, según sus cambiantes criterios, en empobrecidas victimas, quizás consecuencia del mundo por ellos mismos creado.

Eso ó, pensar tal vez qué: ante tanta vuelta de viraje que han intentado dar a la cosa, no sea terminen siendo efectivamente esclavos de toda cabeza que hubieran querido hacer rodar, porque al ritmo que las penas se agotan surgen las conciencias de quienes sin nada se han quedado y por lo general, cuando eso sucede, son muchos más los que se plantan en pie de lucha, que los que de la lucha reniegan.

La única forma posible de entender esta trama final, a modo de ecuación, será generando una comparativa que permita medir el Gran Poder de unos pocos, Dueños de la tinta con la que se escribe la sangre, respecto, por el otro lado, de la gran cantidad de personas, comprendidas en tanto Pueblo sangrante esperanzado.

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