Por Ernesto García
“Si los hombres se juntan para unir sus fuerzas, tienen más poder y por lo tanto más derecho que el que tenían en el seno de la naturaleza, cada uno aisladamente. Cuanto mayor sea el número de los que se unen, mayor será el derecho de que gocen todos unidos”.
Baruch Spinoza.
Jonathan Israel en su libro La Ilustración radical considera que existen diversas maneras de interpretar la Ilustración europea: una de tendencia “francesa” cuyos referentes, entre otros, serían Montesquieu, Rousseau y otra “inglesa” con Locke, Newton a la cabeza. Sin embargo, para él hubo varias “ilustraciones” y marca una distinción entre una Ilustración “moderada” y otra clandestina y más radical. Ésta última marginada. En líneas generales, según Jonathan Israel, la Ilustración europea fue un movimiento cultural e intelectual integrado, que presentó una cohesión intelectual a finales del siglo XVII y principios del XVIII, no simultáneo, que respondía a los mismos problemas intelectuales y tenía como fuentes los mismos libros. “Fue entonces cuando Europa occidental y central se convirtieron por primera vez en la esfera de las ideas”, integrada, a partir de ese momento, por diferentes canales de comunicación: correspondencias, periódicos, revistas, cafés, salones, publicaciones periódicas eruditas y bibliotecas “universales”.
Por un lado, la “Ilustración radical” constituyó “una parte vital e integral del fenómeno” y tuvo una gran cohesión internacional, por el otro, “la tendencia moderada reaccionaba de manera consciente ante el pensamiento radical que en todas partes se percibía como una amenaza inmensamente peligrosa”. Esa Ilustración radical tendría como centro a Spinoza y al spinozismo, cuya influencia habría penetrado todo el continente europeo. “Spinoza y el spinozismo fueron de hecho la columna vertebral intelectual de la Ilustración radical europea en todas partes, no sólo en Holanda, Alemania, Francia, Italia y los países escandinavos, sino también en Gran Bretaña e Irlanda”. Aunque para algunos pensadores esta tesis suene un poco exagerada no se puede negar la influencia del spinozismo, su acción positiva y eficiente en la cultura occidental. Sin embargo, la historia y la influencia de las ideas spinozianas no siempre son reconocidas explícitamente a lo largo del tiempo.
Las lecturas del epistolario de Spinoza permiten comprobar que las cartas que el filósofo escribió y las contestaciones a ella tratan, sobre todo, cuestiones de interés intelectual y donde discute sus convicciones, expone sus puntos de vista sobre cuestiones diversas. Si bien la mayoría de sus contactos se encontraban en Holanda, uno de ellos, Hernry Oldenburg, era embajador en Londres y supo vincularse con los círculos intelectuales de Inglaterra y Europa como secretario de la Royal Society. En 1657 hizo un viaje por el Continente, en el cual creo una red de contactos con varios hombres de la filosofía y la ciencia de la época. Viaje que lo llevó, en 1661, a Rinjsburg para encontrarse con Spinoza. Es el comienzo de un período intelectual cuyos efectos, englobados luego en la Ilustración, trascendieron los límites nacionales fijando el rumbo de los procesos de secularización y racionalización en la historia de Europa y el mundo y marcaron un punto de inflexión en la historia de la humanidad tan importante como lo fueron el Renacimiento y la Reforma. Aunque estas últimas se limitaron a Europa central y occidental, y en esencia conservan los atributos de “una sociedad regional ordenada y concebida en términos teológicos, basada en una jerarquía y una autoridad eclesiásticas, no universal ni igualitaria”.
“La Ilustración no sólo atacó y fragmentó las bases de la cultura tradicional europea, en los términos que los describe Jonathan Israel en su libro, en lo sagrado, lo mágico, la monarquía y la jerarquía, secularizando todas las instituciones y las ideas. También echó por tierra efectivamente toda la legitimación de la monarquía, la aristocracia, la autoridad eclesiástica y la esclavitud, reemplazándolos con los principios de la universalidad, la igualdad y la democracia”. Si bien, Spinoza vivió en una época y en un país de fuertes disputas teológicas y luchas políticas. La Europa estudiosa era una especie de academia dispersa en la que se seguían con curiosidad y se comentaban las expresiones culturales y espirituales, y Holanda era uno de los centros culturales europeos más importantes. El Tratado teológico-político publicado en vida del autor fue motivo de fuertes polémicas en Holanda y fuera del país. No sólo rompe con la interpretación tradicional de las Escrituras, sino que propone, como planteó Deleuze, un nuevo modelo: el cuerpo. “Una de las tesis más célebres de Spinoza se la conoce con el nombre del paralelismo; no consiste solamente en negar cualquier relación de causalidad real entre el espíritu y el cuerpo, sino que prohíbe toda primacía de uno de ellos sobre otro”. Rechaza cualquier tipo de superioridad del alma sobre el cuerpo, pero sin postular una superioridad del cuerpo sobre el alma. Esto volaba por los aires el principio tradicional sobre el que se funda la moral religiosa; el dominio de las pasiones por la consciencia. “Lo que es acción en el alma es también acción en el cuerpo, y lo que es pasión en el cuerpo es también necesariamente pasión en el alma”. Esto llevaba también a considerar el propio pensamiento como práctica, no sólo como mera contemplación pasiva, sino como acción. De esta manera, el saber pasa a ser representado como una actividad y no como una representación pasiva. El conocimiento no es sólo el pleno desarrollo de una verdad preestablecida, sino la génesis efectiva de un saber que no preexiste de ninguna manera a su realización.
Pero si la Ilustración radical (1650-1750) trascendió los límites nacionales, también desbordó los límites de los muros de contención de la Ilustración moderada ubicada entre los siglos XVIII y XIX. Según Tatián la influencia spinoziana puede encontrarse en la izquierda hegeliana. Pocos años después de la muerte de Hegel (1831), su legado adopta las dos direcciones fundamentales de una llamada «derecha» y una «izquierda»; entre los «viejos hegelianos» y los «jóvenes hegelianos». Los viejos interpretan el pensamiento de Hegel en sentido espiritualista como fundamento de los dogmas cristianos, acentúan la filosofía del saber absoluto y conciben la expresión «todo lo real es racional» como una filosofía de la restauración política del Estado prusiano que conjura a la amenaza revolucionaria. Los jóvenes hegelianos, entre ellos Marx, en tanto, retendrán todo lo que a partir de la dialéctica adopta una orientación revolucionaria; rechazan la interpretación religiosa, acentúan la interpretación del espíritu objetivo. Esa división, que obedece a motivos religiosos y políticos, no estuvo ausente en el pensamiento de Spinoza. Denigrado por el conservadurismo hegeliano que busca preservar la ortodoxia religiosa de cualquier herejía, el spinozismo es aquí la base para una refundación de las instituciones sociales a partir de la rehabilitación de la materia.
La filosofía de Spinoza, dice Tatián, y las discusiones en torno a su crítica de la teología y de la política, tuvieron, en efecto, una incidencia decisiva en la formación de la izquierda hegeliana que contribuyó a la detección de formas concretas de dominación y considera a las luchas emancipatorias en tanto fuerza productiva, expresión, manifestación y plenitud de las batallas sociales por la igualdad y la libertad, inscribiendo la cuestión social en el centro de la filosofía y a la filosofía en el centro de la cuestión social. Por otra parte, el conjunto de escritos y manuscritos del joven Marx redactados entre 1841 y 1844 marcan una primera crítica de la teoría del Estado de Hegel y el “teocentrismo” con el que los jóvenes hegelianos habrían emprendido la crítica de la religión. La lectura del Tratado teológico-político y las cartas de Spinoza en los cuadernos de 1841 dotan de una base conceptual a la orientación social de los llamados escritos periodísticos de 1842-1843. La noción de democracia, la crítica de la censura y la crítica de la religión son los motivos que permiten detectar un momento spinozista en la constitución del pensamiento marxiano. El itineriario que va de la crítica teórica de la religión a la crítica práctica –a la noción de praxis como punto de ruptura con Hegel– repite el gesto spinozista de crítica de la superstición a partir del conjunto de circunstancias sociales que establecen las condiciones –en el caso de Spinoza pasionales– de su formación.