SOMETIMIENTO A LA NEGATIVA

Por Federico Firpo

Un cartel juntaba las leyendas: Megaminería, Monocultivo, Negociado Porcino, Negociado Inmobiliario. Todas, con un gran NO adelante que unía la multiplicidad de reclamos. En los hechos, sin embargo, todos caminan por separados senderos. El cartel, pegado en la pared, unía varios reclamos y sonaba increíblemente tentador. Quizás sea éste, el gran triunfo del Capitalismo…

La ecuación parece siempre tan sencilla, son un pequeño puñado de personas asfixiando las capacidades de tantos millones, pero cómo se explica entonces la continuidad en el tiempo de menuda empresa… Si bien las arcas del capital representan un avance respecto del esclavismo y el feudalismo, quedan en evidencia las diferencias a partir de las cuales, todos somos testigos permanentes de un mundo, por demás, tan lleno de desigualdad. La pobreza nos indigna, al punto de la sensibilización cuando, por ejemplo, vemos que una niña es secuestrada y no se sabe su paradero por ser ella una sobreviviente a los pormenores de vivir en la calle. Como sorprendidos nos entristecemos al notificarnos de una realidad que camina ante nuestros ojos a diario.

Todos unidos para que una niña no duerma más en la calle, quizás sea este el nuevo negocio de la próxima ONG, amparado todo por el circo a través del cual los alcahuetes que bien han sabido colocar en sus multimedios comunicacionales de turno nos brinden. La niña probablemente deje de dormir a la intemperie, consecuencia de lo mediático de un mensaje que a todos nos golpea en lo más profundo de nuestros corazones, pero el negociado sigue, las multitudes permanecemos como tales, como siempre, como al parecer nos hemos acostumbrado a vivir, besándole la mano al Rey, hoy sin nombre.

Los panfletos de la lucha, lejos de unirnos mas bien nos separan. Podemos por un ratito unir nuestras fuerzas para que un caso sea menos doloroso, pero, en fin, seguimos para adelante atravesando las durezas individuales a las que a este mundo nos han llevado. Si todos somos conscientes que ahí afuera alguien desde abajo está peleando contra las injusticias de algún arriba y, más aun, que ese arriba representa a muchísimas menos personas que los tantos de allá abajo,entonces, por qué no podremos reverenciar nuestras batallas en los confines de una que sea el conjunto de todas ellas…

Supongo que aquí se encuentra la verdadera victoria del Estado actual de imperadores de cosas, a todos alguna vez nos ha pasado la frustración laboral, por caso, de ver algún compañero atentado contra los propios a pesar de convivir la jornada con ellos. Es esa miserabilidad la que nos han inculcado. Desde la propia escuela con el timbre que nos manda de vuelta al aula, hasta la oficina en la que debemos marcar el segundo de tarde no llegar. Podemos plantear una pelea, pero en algún punto el miedo a perder lo mínimo conseguido resulta mucho más fuerte que cualquier justa demanda. He aquí el sometimiento de lo endulzado al oído. Mezcla de miedo y conformidad.

Llevado todo esto a las luchas locales tampoco habrá de unirnos, difícilmente quien se haga un instante para pelear en su pueblo, por la megaminería, pueda enmendarse a lo movilizador en torno a conflictos inmobiliarios de una ciudad que escinde a dueños de inquilinos, a grandes inmobiliarias de quienes necesiten alquilar. La ecuación sigue siendo la misma, pocos Grandes poderosos contra muchos Pequeños de a pie. Y ni hablar de que tantas veces los pocos Grandes se encuentren en más de uno de esos escenarios. Son siempre los mismos podría decirse, o bien sus hijos, amigos, herederos, etc. Los demás seguimos pasando como desconocidos, incluso entre nosotros mismos.

En la medida que ni siquiera podamos unirnos entre los propios, en la medida que nos sigamos saboteando entre los de abajo, no habrá reclamo unido que pueda siquiera incomodar los derroteros de quienes, más allá de lo individual de sus negociados, a diferencia nuestra, jamás han sabido separarse, menos aun cuando sus intereses capitales puedan ser tocados.

 

 

 

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