Por Federico Paterno
La vida en el aula es parte de un arte que los y las docentes llevan a cabo cada jornada de trabajo, ese arte es parte de la cultura como herramienta de transformación social que está sujeto a no dejar disociado la enseñanza de la realidad política que nos pasa por al lado cada día.
Cuando aparece el recurso de la palabra con los y las estudiantes, es el momento indicado para poder reflexionar y desde ahí poder tener el rol docente que nos convoca, y ese rol es político, no administrativo y mucho menos antipolítico. Pensar la enseñanza como transformación social es el argumento necesario para poder cumplir con este arte de la docencia. Construir y reconstruir las ideas, dando la palabra a quienes pueden transmitir nuevas miradas. Pensar como convocar a la participación y salir de la marginación de las ideas.
“Se pensó en reconquistar la palabra, en recuperar la palabra, por parte de quienes habían estado silenciados”, esto describe Fm Reconquista, una radio comunitaria, histórica de San Martín. Recuperar la palabra significa poder obtener una posibilidad de disputar el sentido común que nos ofrecen los medios, nos venden todo empaquetado para que no tengamos que poner nada en cuestionamiento. Es por esto que el aula y la educación tiene que jugar un rol en este caso de aprendizaje constante para construir sentidos y esos sentidos se dan a partir de las vivencias y el intercambio, en este intercambio las huellas que dejamos pueden ser parte de un granito de arena para hacer una sociedad un poco menos injusta.
Los fines políticos y pedagógicos que se ofrecen en el aula no pueden estar separados. Tomar la tarea de educadores como algo estrictamente teórico es un error, la práctica y el contexto social son parte fundamental para lograr objetivos educativos. “Es imposible la objetividad. Uno es una persona que tiene una subjetividad y ciertas convicciones políticas. Uno no puede sacarse el cerebro para entrar al aula”, afirmó Manuel Becerra profesor de Historia por el ISP “Dr. Joaquín V. González”, Magíster en Historia por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y docente en secundaria. A partir de esta aseveración de Becerra, es atinado recurrir a lo que pasó en los últimos días con una docente del Conurbano amenazada de muerte por un padre a través de una foto de WhatsApp que mostraba la foto de un arma de modo intimidatorio, advirtiéndole que no hable mas de política en el aula sin autorización de los padres, algo que no debería ni llevarse a debate. Recibió amenazas e insultos. ¿Qué desencadenó la ira de este padre? Convocar al diálogo y el debate con sus estudiantes. ¿Cuál es el miedo? ¿Por qué reflexionar de política en el aula es mala palabra?
En esta misma línea fue que Suteba Tigre denunció amenazas “Si non son capaces de educar a los pibes yo los voy a educar a ustedes manga de hijos de remil putas”, el mensaje finalizó con la frase Viva la libertad carajo!.

La transformación a la que podemos llegar con el trabajo en el aula no podemos dejarla enmarcada en una mera tarea de contenidos curriculares, debemos ser capaces de sentir la necesidad de comprender la realidad de quienes tenemos enfrente para dar recursos, de como abordar las problemáticas e incluso abrir nuevas ventanas para entender qué nos pasa y por qué.
El escritor y sociólogo Zygmunt Bauman reflexionó sobre la educación “debería ser una acción continua de la vida y no dedicarse únicamente al fomento de las habilidades técnicas. Lo importante es formar ciudadanos que recuperen el espacio público de diálogo y sus derechos democráticos, para así ser capaces de controlar el futuro de su entorno y el suyo propio. Cuando el mundo se encuentra en constante cambio, la educación debería ser lo bastante rápida para agregarse a éste”.
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