El Espectáculo Mediático: Entre la Fama Instantánea y la Manipulación Política

Por Daro Vallejos

Imagen: Steve Cutts, 2018

Lo llamativo, lo efímero y lo mediático han sido parte del mundo desde que los diferentes medios de comunicación han surgido socialmente. Desde los juglares en la Edad Media, que recitaban sus cantos y contaban historias, pasando por la Beatlemania de los años 60 hasta la inmoralidad de “X” (ex Twitter), donde líderes políticos pasan sus días publicando y compartiendo “Fake News”, el espectáculo se estableció como parte fundamental en los avances de los gobiernos ultra derechistas.

Debord plantea una crítica profunda a la sociedad contemporánea, argumentando que la realidad se ha convertido en una serie de imágenes y representaciones, dominadas por la lógica del espectáculo y el mediatismo (Sociedad del espectáculo, 1967). En esta sociedad, los vínculos sociales se miden principalmente a través de la producción y el consumo de imágenes, lo que desvincula a los individuos y los aparta de su propia realidad y de su capacidad de acción (y razón).

El espectáculo no es simplemente un conjunto de imágenes pasivas. Es un sistema ágil que domina la vida social, política y económica, actuando como un mecanismo de control terrenal en el cual las reales necesidades de las personas son suprimidas y desplazadas por deseos artificialmente generados por la industria del entretenimiento y la publicidad, generando una pérdida abrupta de autenticidad que quebranta el deseo individual instintivo y primario humano.

Existe una delgada pero eficaz y directa línea entre estas palabras que Debord plantea y el control de la narrativa, en el cual nos sumergimos en un mundo donde la autocomunicación de masas está al alcance de un teléfono celular (concepto que nos remonta a Niklas Luhmann en su obra «La Realidad de los Medios de Masas», 1996, y profundizado por Manuel Castells en «La era de la información», 1996-1998). Esta capacidad de que la información que nos rodea se encuentre en “todo lugar, en todas partes y al mismo tiempo” significa que el consumidorrompió el término tácito de la palabra para convertirse en prosumidor (el consumidor que también produce), y es aquí donde los gobiernos derechistas toman partido de la situación en la creación y el control de la narrativa.

Las redes sociales se han convertido en una herramienta digital fundamental que, difundiendo mensajes que refuercen ideologías a través de esta conformación del mediatismo, pueden establecer nuevos parámetros de lo políticamente correcto, alineando al público a través de lo llamativo, lo lúdico, lo fugaz y extremadamente despampanante. Esto puede contribuir a la construcción de una realidad distorsionada en la que se promueven ciertas agendas políticas y se desestiman puntos de vista críticos, o también, se van a extremos estrafalarios. Un claro ejemplo sería ver la Estatua de la Libertad, editada con IA, con la cara de algún presidente de un país suramericano.

Siguiendo esta línea del espectáculo, no debemos pasar por alto que estos gobiernos recurren a tácticas de espectáculo político en las redes sociales para distraer la atención de problemas importantes o controversiales. Pueden utilizar estrategias de polarización y confrontación para mantener la atención del público en temas superficiales y emocionales, en lugar de cuestiones políticas importantes. Quizás, incluso pueden ejercer su poder desde una verticalidad y atacar a figuras famosas y populares, como cantantes, solamente con la intención de desviar la mirada y avanzar con políticas que vayan en contra del común denominador de la sociedad, e incluso de sus propios votantes.

Citando a Andy Warhol: “En el futuro, todo el mundo será famoso durante quince minutos”. Esta frase, que aplica a la viralización de las redes, analizada en profundidad denota que cualquier persona tiene la disponibilidad de alcanzar la fama y los medios hegemónicos, al menos por un momento. El problema radica en que cuando se acciona desde la mediatez sin argumentos sólidos, la atención se centra en la apariencia y la superficialidad, y la fama puede ser alcanzada y perdida rápidamente. Esta idealidad empieza a confrontar al usuario, en este caso a la sociedad, cuando lo llamativo deja de serlo y la gobernabilidad empieza a decaer, y sale a luz la persona detrás del personaje. Richard Sennett sugiere que la persona detrás del personaje mediático se ve afectada por la presión social para conformarse a las expectativas externas (El declive del hombre público, 1974). Entonces, de aquí mi pregunta: ¿Qué sucederá en la sociedad cuando se descubra a la persona por detrás del personaje?

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