Por Juan Alberto Pérez
Fotos Luchi Cerna
Cada vez que el almanaque pisa el mes de junio hay un par de fechas imposible de olvidar. El 25 y el 26 de junio se recuerda la masacre de Avellaneda, se evocan las crudas jornadas de 2002, se invoca a la memoria por Darío y Maxi; y se exige justicia y condena a los responsables políticos de aquella cacería atroz. Este 25 y 26 de junio tuvo mucho de estos 17 que han pasado, pero tiene otros condimentos que lo hacen especial. Este, por ser año electoral, cobra importancia ya que muchos de los apuntados como responsables políticos de la masacre de Avellaneda aparecen enmascarados en las listas buscando su lugar en el gobierno. Además, ya pasado los cuatro años del macrismo, vemos que las prácticas represivas de aquellos días del inicio del nuevo siglo no se fueron, están mucho más instaladas y son banderas de campaña de los que buscan victorias electorales.
Las jornadas de junio son calientes en términos emotivos, pero son heladas en términos climáticos. Este martes 25 de junio no fue una excepción. El frío arreció la tarde de Buenos Aires, pero no logró ni un poco amedrentar a los militantes que cada año se hacen presentes en estos homenajes, como así también en cada movilización popular que les exige. Con un escenario ubicado en el medio de la avenida Hipolito Yrigoyen, a la altura de la estación de ferrocarril de Avellaneda, ahora renombrada Darío y Maxi, mientras la tarde caía la agitación comenzaba. Un grito de “¡Piquetero carajo!” bajaba de las tablas para calentar las gargántas y los corazones de quienes asistieron a la cita. Mientras tanto, las pibas agitaban los pañuelos al lado de una carpa de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito. Entretanto, una feria se montó sobre la avenida en donde se podía matar el hambre con alguna empanada, tortas que se entremezclaban con la venta de libros, revistas, pañuelos, remeras, artesanías o alguna otra cosa que produzcan los diferentes colectivos del Frente que tenían su puesto asegurado.
En el patio interior del espacio que tiene el Frente Popular Darío Santillán se desarrollaron las mesas debate y las muestras artísticas populares. Por allí transitaron todos, sin excepción. Se podía caminar por ese espacio y cruzarse con un Pablo Pimentel de APDH La Matanza, sentarse a unos metros de Mónica Alegre, mamá de Luciano Arruga, y con Emilia Vasallo, madre de Pablo Alcorta, dos pibes asesinados por la policía; podías compartir un mate con Alberto Santillán, padre de Darío, o ver a Leo Santillán disfrutar de la música del escenario con sus hijes rodéandolo; también podías toparte a la incansable Nora Cortiñas no amedrentándose por el frío y emponchada hasta los dientes hacerle frente al clima para decir presente.
Un concepto que fue girando constantemente en la jornada que inició el martes, se extendió en la vigila nocturna y se prolongó hasta el corte del puente Pueyrredón que Patricia Bullrich se llevó puesto con la prepotencia de siempre, es que las prácticas que llevaron al crimen de Darío y Maxi son las mismas que se llevaron la vida de les 30 mil compañeres desaparecides por la dictadura, son las mismas que mataron a Agustín Ramírez, que desaparecieron Miguel Brú, que acribillaron a Pocho Leprati y a Carlos Fuentealba. Es una práctica sistémica que no terminó aquél 26 de junio de 2002, sino que se extendió y recrudeció en los casos de gatillo fácil diarios, como también en la muerte de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Así lo dejo bien claro Nora Cortiñas cuando le tocó tomar la palabra en la radio abierta que la Red Nacional de Medios Alternativos plantó en el hall de la estación. “Aunque digan que no es lo mismo que en la dictadura es todo lo mismo. Ahora le ponen las armas en las manos de esos policías jóvenes. Aunque la señora Bullrich dice que no son letales, son letales (Ndr: en alusión a la implementación de las pistolas Taser y las balas de goma). Todas las armas del gobierno son letales” remarcó Norita. Además agregó al respecto que “Se vuelve a repetir en una nueva generación de chicos (Ndr: la represión del estado a los militantes sociales) También se los llevan. Lo que hicieron los militares antes que ahora lo hace la policía. Que están puestos por los mismos que estaban antes, sólo cambian los uniformes”. Al respecto en el mismo foro Pablo Pimentel sostuvo que “Para que esto no vuelva a ocurrir tiene que haber juicio y castigo. Los autores materiales (Ndr: De la masacre de Avellaneda) no hubieran actuado sin la decisión previa de los responsables políticos”. Y al mismo tiempo afirmó “Como militantes de ddhh tenemos una deuda muy grande, que es ayudar a dar vuelta esta página. Y esta página no se dará vuelta si los responsables políticos de estos, que son crímenes políticos no están presos”.
Si algo queda claro que las prácticas represivas que se utiliza para someter a militantes populares y organizaciones sociales no es un fenómeno estrictamente argentino, sino que se extiende en todo el continente porque es una práctica imperialista para someter a los pueblos de latinoamérica. Por eso se formó una mesa de inmigrantes que expusieron respecto de las realidades de los pueblos y lo que significa ser inmigrante en la Argentina de hoy. “Hay un sistema que ha decretado que el migrante es la culpa de todos los males” remarcó el mediador de la charla. “Se quiere arancelar la inmigración” sostuvo acerca de la idea gubernamental de cobrar a extranjeros para acceder a hospitales públicos.
Salvador Zúñiga, militante social de Honduras manifestó que en su país “El golpe de estado (Ndr: del año 2009 en donde se derrocó al gobierno de Manuel Zelaya) no quedó en el tiempo, sus consecuencias siguen hasta hoy”. Salvador detalló el proceso histórico de su país al que detalló como “Colonia de EEUU” y que el golpe del 2009 nos modificó la historia hondureña y de la región. Ya que ese país fue caracterizado como un banco de prueba del imperialismo para aplicar las políticas que hoy vivimos en la región.
Lisbeth Montaña, de Colombia, dio un discurso muy encendido respecto de las situación de su país y la lucha popular que hay que encargar. Remarcó que “El imperio busca que montemos una guerra entre pobres”, al mismo tiempo señaló que “El imperio tiene a Colombia como plataforma de ataque de países vecinos, como pasa en Venezuela”. Además, señaló la utilización militar de EEUU de su tierra natal con la instalación de bases militares. “Esta guerra la pagan los hombres y mujeres pobres. Hay más de 650 militantes sociales asesinados en Colombia por las fuerzas militares ¿Dónde está la paz que EEUU dice construir?” Al mismo tiempo remarcó “La paz la crean los movimientos sociales“. En cuanto a la estado de inmigrante en el país subrayó la negativa que encuentran para acceder a su documentación. “Nosotros también sufrimos al macrismo” cerró.
Las jornadas por memoria de Darío y Maxi siempre tienen su continuidad el 26 con la vigilia en el puente Pueyrredón. Este año no se pudo concretar esto ya que la gendarmería por desición de la ministra de seguridad, Patricia Bullrich, decidió no permitir el acceso al puente. Cortó con su valla nueva y ejerció la fuerza para impedir que la militancia se movilice. Se vivieron momentos tensos cuando la policía decidió reprimir a la manifestación. Leo Santillán, Hermano de Darío desde arriba del puente Pueyrredón manifestó “El objetivo es que no cortemos el puente, y lo cortan ellos mismos, vamos a seguir acá , como hace 17 años. Buscan meter miedo y que nos corramos de las calles. Esto es una provocación para que reaccionemos. y no queremos eso.
Estamos con mucha bronca, pero tenemos que ser astutos y pensar lo que vamos a hacer”. Por su parte, Luis Alberto Santillán, padre de Darío expresaba “Como familia de Darío y como militantes estaremos y seguiremos denunciando, no queremos seguir poniendo los muertos nosotros, por eso preservamos a nuestros compañeros que están acá, la bronca se multiplica, pero tenemos que tener la cabeza fría”.
A pesar de esta acción estatal que ya se vuelve una constante en la Argentina de Macri, la movilización por Darío y Maxi continúa vigente, como hace 17 años, hasta que haya justicia y los responsables políticos paguen su culpa.
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