Por Juan Alberto Pérez
Este viernes 1 de marzo se realizó la apertura de sesiones del Congreso de la nación 2019. El presidente Mauricio Macri dió el discurso de apertura. Con tono de arenga y tratando de disimular logros que no pudo concretar en los 3 años de gestión que lleva, las definiciones dadas marcan un final de época y la irrealidad en la que parecen transcurrir los últimos días de Cambiemos.
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Si hay algo que ha utilizado desde la campaña presidencial de 2015 y ya en la gestión es el discurso ambiguo, con escasas definiciones y apelado a la vaguedad y la arenga de cancha para intentar generar una sensación épica y triunfal que lejos está de ser verdadera.
En este su último discurso de apertura como presidente no falló en esa búsqueda. Ante una platea dividida entre oficialistas y opositores, y con los balcones repletos de militantes propios, a pesar del desmedido operativo de seguridad que hizo imposible la circulación en la ciudad.
Macri se mostró confrontativo desde el primer momento. Utilizó un tono elevado y hasta llegó a dar golpes al estrado, como muestra de desesperación ante un discurso que poco tenía que mostrar como logros de la gestión.
“Estamos haciendo crujir las estructuras viejas y oxidadas” fue una de las primeras definiciones que expresó Macri en referencia a una supuesta remoción de lo que ellos llaman una “vieja” política. Siempre con la idea de la anti antipolítica como base discursiva, lo que ha hecho el gobierno durante estos tres años es acentuar las estructuras de poder conservadoras en lugar de “hacerlas crujir”. Le dio mayor preponderancia a las fuerzas de seguridad y a los militares, intentó que los genocidas gocen del 2X1, artículo un esquema económico basado en los negocios financieros y en el modelo agroexportador de la década del ’30 e impulsó la continuidad de lo más rancio del poder judicial como método persecutoria del que piensa distinto.
“Hoy podemos decir que la Argentina está mejor parada que en 2015.Lo que estamos haciendo es importante, es de verdad y es para siempre” fue otra de las definiciones de Macri. Quizás la más renuente de las definiciones que no tiene constatación empírica de ningún tipo. Los índices de empleo han caído estrepitosamente comparados con el 2015, el poder del salario de los trabajadores se hunde como el Titanic y los índices de inflación, riesgo país y pobreza escalan sin cesar. Asimismo el legado que dejará, el de “verdad y para siempre” es el de una estructura industrial en gravísimo riesgo, el consumo interno muerto y la deuda externa acrecentada exponencialmente, con acuerdos opresivos con el Fondo Monetario y deudas a cien años.
Si hay una promesa en campaña en 2015 por la que el electorado fue encandilado por Macri es por su famosa “pobreza cero”. Llegado al final de su mandato no sólo no lo ha logrado sino que se aumentó el índice que hoy llega al 32 % de la población. Uno de cada tres argentinos en la era Macri es pobre. Asimismo, prometió que la inflación sería lo más simple de solucionar, y que el no bajarla es muestra de inoperancia en la gestión. En 3 años la inflación es del 150%. Por eso, la definición que hizo en el Congreso es llamativa, “Estoy convencido de que lograr el equilibrio fiscal sin parches en los presupuestos de 2020 y 2021 será el mayor acto de justicia social que habremos hecho porque es la base fundamental para terminar con la inflación que es la principal causa de la pobreza” dado que se han aumentado los impuestos y se ha bajado el gasto social, pero la inflación no cesa y la deuda externa la aumentaron en cifras siderales.
“Recuperamos el rol positivo de la Argentina en la escena global. El apoyo del mundo quedó claro especialmente en la cumbre del G20″ dijo Macri en relación a la política internacional. Sin embargo, se prometió lluvias de inversiones que nunca llegaron y el G20 fue un fracaso en términos diplomáticos ya que no se llegó a ningún acuerdo comercial y estratégico de relevancia. Además, Argentina pasó de exportar satélites a rogar por la exportación de limones, y cambiar de un modelo industrial a un modelo importador.
“Se construía un nacionalismo cobarde que evitaba hacerse cargo de los problemas domésticos” dijo el presidente Macri quien en tres años de gestión no ha asumido ninguna responsabilidad por lo que sucede. Siempre apeló a la herencia recibida, las tormentas internacionales y la sequía para justificar su pésima gestión.
“Veo una Argentina creciendo, con ganas de despertarse, con ganas de hacer” fue otra de las definiciones de Macri. Algo irreal teniendo en cuenta que los comercios cierran sus persianas, las pymes palidecen frente a la política económica y el desempleo como la máxima preocupación de los argentinos y argentinas.
El discurso terminó con un Macri arengando a la platea de aplaudidores oficiales con un “¡Vamos Argentina!”. La oposición que todo el tiempo se mostró disconforme con lo que escuchaba remarcó que parecía un acto de apertura de campaña que de apertura de sesiones. No se hizo mención de ningún tipo de leyes que se tratarán este año. Algo que no llama la atención dado que Mauricio Macri es más adepto por los Decretos que las leyes, ha demostrado una falta de respeto importante a las instituciones. Algunos hablan de desesperación presidencial, otros de alejamiento de la realidad, los más osados de fin de ciclo. Lo cierto es que todas esas aseveraciones son posibles si uno analiza lo sucedido ayer.
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