Por Juan Alberto Pérez
Como si hubiese sido escrito por los guionistas de la afamada serie televisiva, la definición sobre el futuro electoral de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner tuvo este sábado una definición inesperada. Desde hace meses se especulaba con cuál sería finalmente su decisión respecto de presentarse como candidata a presidenta en las próximas elecciones generales. Muchos hablaban de la posibilidad de que no juegue la partida, otros que si. Lo cierto es que en la últimas semanas, tras la presentación de su libro, “Sinceramente”, sumado a la crisis social y económica que sumergió el gobierno de Mauricio Macri al país, la figura de la actual senadora de la nación creció exponencialmente en las encuestas, al punto que algunos creían que podría ser electa en primera vuelta. Sin embargo, una nueva embestida judicial, con presión oficialista sobre la corte suprema mediante, precipitaron una definición que dejó boquiabiertos a propios y extraños.
La decisión de presentar la fórmula electoral encabezada por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner como candidata a vicepresidenta fue un bombazo político. Quizás la noticia política del año. El personaje central de la política nacional da un paso al costado, pero no sale del escenario político.
En principio analistas y demás dirigentes caracterizaron como una “estrategia brillante” la movida de CFK. Y es que en cierto nivel de análisis, la movida desconcierta y deja el mapa político tecleando, ya que tanto la campaña del oficialismo, como la de algunos sectores opositores, se centraba en la figura de la ex presidenta. Al quitar el foco de atención quedaron todos pedaleando en el aire. Sin embargo, la brillantez de la estrategia está todavía por verse.
Los desafíos que se le presentan al país de cara a los próximos cuatro años son muy complicados. El tejido social del país se vio profundamente deteriorado por las políticas del macrismo. Un ajuste tremendo que hizo caer el consumo interno, sumado a la apertura injustificada de las importaciones, hizo que miles de comercios y pequeñas industrias tengan que cerrar; El estado fue brutalmente achicado, se cerraron programas sociales y se despidió a cientos de miles de trabajadores y trabajadoras; la pobreza ronda el 30 % de la población, la indigencia ha crecido a raudales y la imagen que predomina en las principales ciudades del país es argentinos durmiendo en las calles o buscando algo que comer en la basura. Además, el gobierno contrajo una deuda externa de dimensiones astronómicas, con un préstamo récord del FMI que deja a la Argentina de rodillas. Reconstruir una economía que devastó al pueblo trabajador será una tarea titánica que necesita de los mejores dirigentes y de un fuerte respaldo popular.
En este sentido la decisión de Cristina Fernández de Kirchner de “rechazar los honores”, evocando el renunciamiento de Eva Perón a la vicepresidencia en 1952, resulta un tanto desconcertante. Porque por un lado muestra un gesto político para un sector más que conservador del peronismo, que exige su salida del escenario para una unidad; y por otro lado, desoye el reclamo popular por su figura, en el mismo tono que evita en el 52, incluso el anuncio con la misma plataforma, un anuncio grabado en voz en off.
El ungimiento de Alberto Fernández como cabeza de lista puede tener un buen resultado electoral. El actual secretario de Cristina ha sido puente y armador político con diferentes espacios otrora alejados de la idea kirchneristas, como por caso Felipe Solá, Pino Solanas y Victoria Donda. Incluso da la posibilidad de que se abran nuevas oportunidades de unidad, Fernández fue operador político de Sergio Massa cuando se alejo con fuertes críticas del kirchnerismo y luego trabajó con Randazzo. La figura de Albert Fernández se muestra mucho más dialoguista y componedora que su ahora compañera de fórmula, ya que se sabe tiene llegada a empresarios importantes del país, e incluso dialogo con la embajada de Estados Unidos.
Sin embargo, el problema podría suceder a partir del día 1 de gobierno si llega a ganar. Se va a tener en claro que de lograr una victoria electoral, los votos no serán del presidente electo. El apoyo que pudiera llegar a conseguir están íntimamente ligados a la figura de Cristina Fernández de Kirchner, y en una eventual alianza, en menor medida a la figura de Massa. Entonces ¿Cómo gobierna un mandatario sin apoyo popular directamente emanados de su figura?
Un caso similar, pero no igual, fue el de Néstor Kirchner en 2003. Kirchner se vio beneficiado por el apoyo del entonces presidente interino, Eduardo Duhalde, quien buscaba una alternativa que deje fuera de carrera a Carlos Menem. Aunque Kirchner había gobernado Santa Cruz por casi diez años, era una figura ignota para la política nacional. De hecho en aquellas elecciones salió detrás de Menen en primera vuelta, con casi el 22 % de los votos, pero al bajarse de la segunda vuelta el riojano logró quedarse con la primera magistratura. El vox populi de aquél entonces hablaba que Kirchner sería un títere de Duhalde, quien ejercería el poder en las sombras. Al poco tiempo de asumir, Kirchner mostró autonomía de Duhalde y ejerció el poder de pleno, al punto que el ex presidente y ex gobernador bonaerense se convirtió en uno de sus más acérrimos opositores.
Lo que queda como incógnita es si Alberto Fernández de ganar la elección funcionaria más como u Cámpora de Perón, quien asumió la presidencia sólo para garantizar la vuelta del líder justicialista al país y renunció para que Perón vuelva a ser presidente, o será como Kirchner. Lo cierto es que una figura cómo la de Cristina Fernández eclipsa a cualquiera que se ponga al lado. ¿Podrá Fernández imponer su posición ante un contrapunto con la actual senadora nacional? El país necesita un liderazgo bien definido y con un programa claro para salir del fondo del pozo al que nos llevó el macrismo, la elecciones están a la vuelta de la esquina y todavía falta mucho por resolver. El anuncio de Cristina fue un bombazo político. Una muestra de que la mujer sabe jugar muy bien al juego de tronos, en donde si no ganás, morís.
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